miércoles, 4 de agosto de 2010

Conocer Liverpool: Williamson Square

Williamson Square es la típica plaza de ciudad que ha sido víctima de los tiempos modernos. La primera vez que fui a Liverpool a finales de los noventa, era el epicentro de la vida diaria. Estratégicamente situada en una zona de tránsito entre el principal intercambiador de autobuses y las calles de bares, su alto tráfico de personas la convertían en un hervidero de encuentros, compras y paseos turísticos. Además, contaba con el aliciente de ubicar entre sus comercios a la única tienda oficial del club fuera de Anfield lo cual, claro está, siempre era motivo de enorme satisfacción cuando íbamos camino de Mathew Street. Esos escaparates llenos de camisetas rojas suponían una alegría.

Lo que pasa es que, como decía al principio, la evolución propia de una urbe portuaria que aspira a recuperar el esplendor que tuvo cuando el transporte marítimo era lo que era, ha acabado con parte del encanto del lugar y le ha restado protagonismo. Ahora, si uno quiere ir de compras, pasará por Liverpool One, el complejo construido con motivo de la capitalidad cultural europea del Mersey. Allí mismo, podrá adquirir el souvenir que más le guste y que tenga que ver con los rojos ya que, uno de los establecimientos que se localizan en el recinto, tiene dos plantas dedicadas en exclusiva a la venta de objetos que son adecuados para vestir en cualquier visita rutinaria a The Kop.

Pero a pesar de las perversiones del capitalismo, algunos seguimos disfrutando del emplazamiento. La razón es que como en toda buena plaza que se precie, Williamson Square tiene una fuente. Pero no es una fuente al uso. Más bien al contrario. Sus caños nacen del suelo y describen unas trayectorias parabólicas bajo las cuales caminan los más osados (ver el primer vídeo adjunto a continuación de este párrafo). Y cito su atrevimiento porque, aunque de primeras la cosa puede resultar sencilla, lo cierto es que el bombeo del líquido elemento está programado con un ciclo que provoca que los arcos de agua sean cada vez más pequeños hasta el punto de desaparecer antes de reiniciarse el proceso. De ahí que haya que pensárselo dos veces si uno no quiere terminar mojado. Yo por mí parte ni me lo pienso. En cuanto tengo oportunidad, me lanzo a la aventura de atravesar los caudales viviendo una experiencia única (ver el segundo vídeo adjunto a continuación de este párrafo).











En conclusión, no es bueno dejarse embaucar por la opulencia de las inversiones millonarias en nuevos centros de ocio. Pasar un buen rato en una de las glorietas liverpudlians de mayor encanto tiene que seguir siendo una actividad imprescindible y prioritaria. Luego ya habrá tiempo de perder el dinero.

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