martes, 3 de agosto de 2010

El último deseo de Héctor Simón






Si hablamos de exámenes, un juego de niños se antoja el que está viviendo en el CD Castellón, en el meollo de la Segunda División B, Héctor Simón, a prueba en el conjunto de La Plana Alta, tratando de convencer a su entrenador, Jordi Vinyals, de que es el hombre que el equipo albinegro necesita para completar el centro del campo. Porque Simón, un superviviente, se vacunó contra el vértigo una noche de 2005 en Tenerife, cuando un accidente en la piscina de un hotel estuvo a punto de condenarle a la silla de ruedas e, incluso, de terminar con su vida.


La historia de Simón se mueve entre la fortuna y el deseo. Fue mala o buena suerte que ninguno de los futbolistas del Racing de Ferrol, que festejaban el triunfo en las islas en la previa de las vacaciones navideñas, advirtiera de la escasa profundidad de la piscina; y fue buena o mala suerte que Simón se llevase la peor parte, la fractura de las dos primeras vertebras cervicales, tras el salto de cabeza, y parte de la tercera, a un par de milímetros, según los especialistas, de la desgracia total, que el ahora centrocampista albinegro esquivó a duras penas.


Antes del incidente, Simón subía peldaños en una trayectoria prometedora. Pronto destacó con la pelota, siempre marcando el paso, protagonista en posiciones interiores, organizador o mediapunta, y siempre en torno a los clubes de su Llançà natal, en la provincia de Girona. El talentoso futbolista catalán fue reclutado por La Masía, donde fue mala o buena suerte que a sus 13 años no soportase el desarraigo, interno, lejos de su familia, y donde fue buena o mala suerte que forjase una amistad duradera con un prodigio técnico aún mayor, el iluminado Andrés Iniesta, que quemaría etapas a ritmo de superdotado hasta coronarse una reciente noche de julio en el Mundial de Sudáfrica.


Simón, tras abandonar el Barça, más maduro, llegó al juvenil del Espanyol, club en el que Javier Clemente le hizo debutar en Primera. Considerado una de las joyas de la fructífera cantera blanquiazul, Simón marchó cedido al Racing de Ferrol, a los 21 años. Titular y decisivo, sólo la desgracia le apartó del exitoso camino.


Después del incidente, Simón se aferró al deseo irrenunciable. Seis meses de reposo y corsé, una primera operación, el entrenamiento duro y solitario, el clavo en el cuello aguardando la calcificación que nunca se producía, una segunda operación, el entrenamiento más duro e igual de solitario, la placa y el alta médica, y el volver a jugar, tras dos años de pesadilla. Recuperado para la pelea del fútbol, Simón regresó al filial espanyolista, luego emigró al Girona, fue cedido a la Cultural y al Benidorm, antes de quedar libre y probar en Castelló, donde intenta ahora explicar a Vinyals, a base de control, pase y apoyo que, con 26 años, todavía le queda deseo y que la suya es, en el fondo, una historia de buena fortuna.







Versión revisada de información publicada en el diario Levante de Castelló en agosto de 2010.




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