jueves, 5 de agosto de 2010

Un discurso poco común

Parece que en tiempos complicados llegar a la cota mínima es un aval suficiente. La ley del salvado y renovado que han entonado los clubes de la Premier League tras una campaña demasiado lógica -ganó el favorito, bajó quién debía y subió el Newcastle-, concluye en dos únicas variaciones en los banquillos. En realidad es sólo una, ya que la vacante de Rafa Benítez en Liverpool la suple Roy Hodgson, que abandona el asiento del Cottage para cedérselo a Mark Hugues, un seminuevo. Aparentemente todo continúa igual, aunque nos perdamos algún ataque de feeling entre Benítez y Fergie. Sus discusiones fueron fervorosas en un inicio, pero diluyeron con el tiempo. Acababan discutiendo siempre sobre lo mismo y como en el Mersey jugaban una liga distinta, generaban menos interés. Poco cambia en un verano sin estímulos, el gasto económico en fichajes se ha reducido y el campeón ya sabe en agosto con qué once competirá en mayo. El caso extremo podría ser el del Blackpool, primerizo en la máxima división del fútbol inglés, que no ha hecho ninguna incorporación. Fiarán su despliegue a los hombres que lograron el ascenso, por lo que ya encabezan las apuestas a peor debutante en la historia de la Premier. Sin embargo, nunca no haber cambiado nada ha despertado tanto interés. Ayuda en ello la figura de su entrenador, el festivo de la comedia nacido en Bristol, Ian Holloway.


Holloway jugó más de 400 partidos en el Bristol Rovers, hoy segundo equipo con más éxito de la ciudad del sudoeste de Inglaterra, alternando Third y Second Division. Jugaba en el centro del campo. Una vez dijo que mientras el talentoso del equipo tocaba el piano, él y el resto debían facilitarle la canción. Por eso jugaba en el centro del campo, sin añadidos. Le gustó tanto su primer equipo que volvió dos veces, la última para empezar su carrera como entrenador. Hombre de costumbres, había jugado con el Queens Park Rangers en la Premier League durante cuatro temporadas. Así que cuando dejó a los Rovers destino Londres, nadie se sorprendió. Quizá fuera la única ocasión en que no cogiera desprevenido a nadie. Rara vez dejaba indiferente, un tipo capaz de querer cambiar su temperamento participando en Stress Test, un programa de la BBC que le condujo a la rehabilitación de su rabia pintando cuadros de Jackson Pollock. Después de aquello, quizá mejorara su vida familiar, pero en las salas de prensa siguió comparando a Avram Grant con Mr.Toad y a Ian Dowie con Mr.Incredible.


Cansado de ser preguntado siempre sobre lo mismo, Holloway se cansó de usar tópicos y se dedicó a la metáfora. Chistoso, lenguaraz, a veces inapropiado, dijo no interpretar ningún papel cuando soltaba expresiones como: “Aparentemente fue mi culpa que el Titanic se hundiera” o “Soy un entrenador, no veo el futuro. El año pasado creí que iría a Cornwall de vacaciones y acabé en Lyme Regis”.  Fue uno de los representantes del sí a la tecnología cuando se le preguntó por ello: “¿Porqué no usan portátiles conectados entre sí y dan una respuesta en cinco segundos? Un chimpancé podría hacerlo, sin necesidad de mucho entrenamiento”. Sus  hazañas y frases célebres han sido recogidas en tres libros: Let’s have coffee: The Tao of Ian Holloway (2005), Little book of Ollie’isms (2008) y por último Ollie: The Autobiography of Ian Holloway (2009). Una de las anécdotas más populares fue durante una visita al Sunderland, siendo entrenador del Plymouth Argyle. Holloway prometió que si ganaban invitaría a una copa a cada aficionado que se hubiera desplazado con el equipo. El Plymouth venció y se vio obligado a comprar más de 1,500 bebidas.


La Premier League le abre a Holloway un abanico de oportunidades para lucir su dialéctica. El técnico del Blackpool no está obligado a nada en el terreno de juego. Ha cumplido, en exceso, con un ascenso no esperado. Nadie cree ahora que logre la permanencia con un equipo de Championship, ni el aficionado más optimista de Bloomfield Road. Mientras tanto, Rafa Benítez llega al Inter y dice que quiere jugar bonito. Un tópico obligado -o así debió sentirse- ante la necesidad reproducir los éxitos de la campaña anterior. Tendría que repetir triplete para poder hablar con la ironía mordaz de Holloway, al que le vale un empate rancio para sacar el sarcasmo de paseo.




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