jueves, 12 de agosto de 2010

Crónicas de Liverpool: el trabajo de mi vida

Aunque sé que a muchos les interesará más saber cómo acabé un día en la recepción de Melwood con el teléfono en la oreja (imagen que ilustra la entrada), el objeto de este texto no es hablar de ello sino del trabajo que desempeño actualmente y del que me gustaría desempeñar. Partiendo de la base de que no quiero trabajar de nada, a mí lo que me interesaría es tener un empleo sin muchas responsabilidades (por no decir ninguna), que tuviese que ver con el deporte y, a ser posible, con contacto directo con los deportistas.

En su día estuve a medio camino de este objetivo ya que mi carrera como afiliado a la seguridad social tuvo como punto de partida (después de unos pocos meses ejerciendo la ingeniería de minas) una empresa de consultoría deportiva. Allí, en lo que echaba números para valorar activos tipo las vallas publicitarias que rodean los terrenos de juego o las camisetas que utilizan los jugadores, llegué a conocer a Eduardo Chozas (que me dijo que tenía físico de escalador), asistí a una rueda de prensa de Luís García previa al Mundial de Alemania y mandé un SMS a un amigo con María Sharapova esperando para atender a un periodista justo a mi lado. Pero no me resultó suficiente y como he contado en anteriores ocasiones, me dio por aceptar una oferta en una agencia de publicidad. Aquí lo más cerca que he estado de un profesional de élite fue una tarde en la que, tras presentarle un proyecto a los directivos del Estudiantes (que era una mandanga en toda regla, dicho sea de paso), me crucé con Nacho Azofra por uno de los pasillos del Magariños.

Total que, volviendo a lo que decía al principio, aquella vez en la que puse el culo en la silla de la recepción de los campos de entrenamiento del Liverpool tuve claro que mi posición ideal en el mercado laboral era justo esa. Saludar todos los días a los futbolistas de mi equipo favorito mientras atiendo llamadas insustanciales y reparto el correo entre los trabajadores de las instalaciones. Una maravilla. Vale que tengo que perfeccionar mi inglés pero pienso que, con algo de tiempo, me haría con el cargo con cierta soltura. Lo único que tengo que averiguar es dónde se aplica para el mismo.

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