domingo, 18 de julio de 2010

Craig Bellamy, la vida mostrenca


Pensando en Craig Bellamy, noticia desde que vive rastreando los clasificados gracias a que sus jefes han fichado a un todo un campeón del mundo para ocupar su banda, no me queda otra que admitir mi amor incondicional por la armada white trash que copa los vestuarios ingleses. Si algo me encanta del fútbol británico es su capacidad ilimitada para producir mostrencos. Gazza, George Best, Tony Adams, Lee Bowyer, Le Tissier o Perry Groves. Me pueden pero después de todo ¿Quién es capaz de resistirse a la rotunda combinación de talento malgastado, alcohol y hooliganismo natural que ebulliciona en algunos de los participantes del espectáculo Premier?. Así pues, las cartas encima de la mesa y reconociendo de antemano la innegable calidad futbolística del sujeto, permítanme que me detenga frente a la galería de astracanadas en las que se ha visto envuelto Craig Bellamy durante su carrera.


Su más famoso disparate, la bufonada que sin duda es  su tarjeta de visita, la parió una noche de 2006. Recién llegado a Liverpool, cuando su paso por el Blackburn Rovers parecía haberle apaciguado notablemente, el galés tuvo la ocurrencia de golpear con un palo de golf al muy cro-magnon John Arne Riise simplemente porque el galán del pelo incandescente y el pulgar vertiginoso (todos recordamos la batería de sms con los que Riise trataba de engatusar a toda celebrity noruega que se pusiese a tiro) cometió la imprudencia de negarse a secundar al gales con la tonada de turno en el karaoke.  Para redondear la humorada golfística, en el primer encuentro que se hubo de jugar tras el incidente, un Barcelona-Liverpool en octavos de la Copa de Europa, Bellamy repitió el swing cuando anotó el empate.


Mención aparte merecen sus dimes y diretes con cualquier entrenador que le haya tenido a su cargo. En el Newcastle United, cuando a su estatus de promesa refulgente pero inestable del fútbol británico parecía añadir algún gramo de cordura, puso a prueba los exquisitos modales de Sir Bobby Robson. Los parroquianos de St James Park aun recuerdan su sanción por agredir al querubín Materazzi en un encuentro de Champions o sus desencuentros con la justicia por diferentes altercados nocturnos con la violencia física como ingrediente principal. Finalmente fue Graeme Souness, icono cafre universal a través del bigote, quien puso fin a su carrera en blanquinegro tras la enésima indisciplina del angelito. En Upton Park también se las tuvo tiesas con Alan Curbishley a cuenta de la pizarra. Ya en Manchester, Roberto Mancini ha tenido que soportar como el pequeño galés cuestionaba públicamente sus métodos de entrenamiento o tenía a bien abofetear a un streaker, en retransmisión masiva para todo el país, durante un derby local.


Pero hay más. Por ejemplo y sin remontarse demasiado, la lió mientras trabajaba para el West Ham en un partido frente al Ipswich. Bellamy, que en su día fue jugador del Norwich y parece haber mamado bien el odio al eterno rival, se encaró con unos aficionados rivales tras su sustitución. ¿Hasta aquí todo normal verdad?. Nada que un Juanito de la vida no pueda llegar a hacer. Pero por favor, sigan leyendo. Por lo visto, el sucesor de Tiger Woods pero en gentuza, se iba al vestuario bastante calentito, dando incluso patadas a las vallas publicitarias, cuando un aficionado del Ipswich le espetó un timorato: “Hasta nunca Bellamy”. Entonces el galés fue, perdió completamente los estribos que nunca tuvo y comenzó a hacer alusiones a las prostitutas de la localidad de la que era originario el provocón. Pero ojo, el angelito no dijo ni palabra de cuan cariñosas, guapas y económicas eran las rameras de Ipswich sino que tuvo a bien el recordar jocosamente de que cinco de ellas habían sido asesinadas por un criminal en serie en el año 2006. Por un simple comentario y todo delante de una grada llena de niños.  Bellamy, mostrenco, por siempre.




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