lunes, 12 de julio de 2010

El número nueve del Liverpool

Que no se moleste nadie pero la verdad es que a mí la selección española de fútbol no me supone nada especial. Me cuesta reconocer a ese equipo como algo mío. Sus continuas interrupciones de la actividad liguera y las lesiones con las que vuelven de vez en cuando algunos de nuestros jugadores, hacen que sienta todo este asunto de la roja como algo ajeno. Por todo ello, lo de las celebraciones de la victoria en el Mundial de Sudáfrica me lo tomaba con cierta apatía (aunque sin perder de vista, eso sí, que el triunfo me redimía de tristes episodios infantiles tales como la final de la Eurocopa de Francia en el 84 o la tanda de penaltis ante Bélgica en el 86, memorias futbolísticas de infausto recuerdo). Y en esa actitud de escepticismo estaba cuando vi a Torres posando con la Copa del Mundo y la bufanda del Liverpool alrededor del cuello. No sé si fue porque no me lo esperaba y me pilló con la guardia baja o porque resulta que en el fondo sí que me mola el equipo nacional. El caso es que sea como fuera, me emocioné.

Le agradezco el gesto. No sólo porque sentí que nos hacía un guiño a todos aquellos que estamos orgullosos de que nos represente de acuerdo a unos sentimientos de pertenencia a un club (además de bajo el distintivo de una nacionalidad) sino porque, en el ambiente de incertidumbre que se vive en Anfield, verle de esa guisa me pareció un detalle al que aferrarnos de cara al futuro. ¿Puede irse al Chelsea o al Manchester City después de esto? Lo dudo mucho. Así que gracias Fernando por ganar el título y ser como eres. El número nueve del Liverpool.

Nota: justo al comienzo de la segunda parte de la prórroga de la final mundialista y coincidiendo con la entrada al terreno de juego del protagonista de esta entrada, repetí el ejercicio de bufandeo al estilo de The Kop que ya hice dos años antes cuando el susodicho anotó el tanto del triunfo de la Eurocopa de Austria y Suiza. Saqué mi estandarte liverpudlian por la ventana para que todos los vecinos que veían el choque desde la piscina de la finca, supieran que en el tercero vivía un torrista del Mersey.

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